¿Qué es una inversión?
El termino "inversión" puede adoptar diferentes significados según las circunstancias, las personas y los ámbitos en los que se utilice el concepto.
En primer lugar, debemos distinguir la diferencia entre una inversión de carácter real y una de carácter financiero. La primera se refiere a la adquisición por parte de un empresario de un bien (o incluso de un servicio) destinado a la creación de otros bienes o servicios con el fin de obtener beneficios en el futuro.
Por ejemplo, la compra de una máquina o una nave con vistas a su utilización en el proceso de producción puede ser una inversión de carácter real.
Pero detengámonos en el concepto de inversión que interesa al ahorrador individual.
¿Cómo puede el ahorrador aumentar su capital productivo y encontrar un lugar legítimo entre los inversores?
Hay tantas respuestas como instrumentos financieros. Nuestro inversor puede comprar bonos del Estado, acciones, bonos corporativos o productos de gestión de activos, en resumen, tiene un universo de instrumentos delante de él. La dificultad para el ahorrador reside precisamente en la elección correcta del producto financiero.
La inversión financiera representa una relación de crédito (o deuda), es decir, es la compra de un activo puramente financiero para obtener beneficios de su tenencia a lo largo del tiempo (dividendos, intereses, ganancias de capital).
Un elemento común entre la inversión real y la financiera es la renuncia inmediata a un activo, con vistas a un beneficio futuro.
De hecho, la renuncia es lo único seguro del inversor, mientras que el fruto de la inversión está todo por definir. La inversión financiera puede definirse como un consumo diferido en el tiempo.
Esto significa que los individuos renuncian al consumo inmediato de su riqueza para utilizarla en un futuro.
Un ejemplo típico de consumo diferido en el tiempo lo representan los fondos de pensiones.
En concreto, la parte de la indemnización por despido, apartada y no pagada al empleado durante el periodo de empleo, puede considerarse como un consumo diferido del que el empleado se beneficiará en el futuro.
Los inversores suelen emplear sumas de dinero que no son inmediatamente necesarias para la adquisición de bienes y servicios, con la intención de consumir dichas sumas en períodos futuros.
También hay que destacar que las personas no siempre son capaces de identificar ex-ante cuáles son los horizontes temporales óptimos para determinar el porcentaje correcto de dinero que se debe utilizar a corto, medio y largo plazo.
Por ello, es muy frecuente que los instrumentos financieros no encuentren una composición y un porcentaje adecuados en la cartera de los inversores.
Es como si una persona decidiera emprender un viaje muy largo y lejano sin determinar previamente el medio de transporte más adecuado para el trayecto, las paradas a realizar y el equipamiento más adecuado para el tipo de país elegido; del mismo modo, un inversor que no haya centrado sus objetivos y necesidades no puede determinar los instrumentos financieros más adecuados para alcanzarlos.
Las sumas destinadas al consumo futuro deben encontrar una remuneración dentro de los mercados de capitales que sea proporcional tanto al tiempo de renuncia por no haberlas utilizado inmediatamente como al riesgo asumido por haberlas invertido en los mercados de referencia.
Esto permitirá obtener una mayor riqueza para el futuro y, por tanto, una mayor oportunidad de consumo futuro que el presente.
Teniendo una suma de dinero para asignar, es fundamental hacer elecciones, es decir, establecer cuánto dinero destinar al consumo y cuánto al ahorro y para este último, establecer el porcentaje a destinar a las inversiones.
Se puede concluir que los procesos de decisión financiera de los ahorradores están orientados al futuro porque la inversión permite al individuo consumir lo que se ha acumulado a lo largo del tiempo y gastar la riqueza de hoy en el futuro.
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