¿Qué significa ahorrar? Del ahorro a la inversión

 ¿Qué significa ahorrar? Del ahorro a la inversión

¿Qué significa ahorrar?


Ahorrar significa mirar más allá y pensar en las finanzas propias con vistas al futuro: una actividad que puede llevarse a cabo de diversas formas y maneras, incluida la inversión. 

Por definición, el ahorro es la parte de la renta que no se consume inmediatamente: en el caso de un individuo o una familia, es la parte de la pensión, del salario (o de cualquier otra fuente de ingresos más o menos continua) que no se destina inmediatamente a la compra de bienes o servicios, sino que se reserva para satisfacer necesidades futuras, a corto o largo plazo.                                      


Por lo tanto, dado que en todo caso tiene carácter residual -ingresos menos consumo-, es muy difícil hablar de (buenas) prácticas de ahorro en términos absolutos y universales, porque la "renuncia" a consumir parte de los ingresos puede:


  • Toman diferentes entidades, que obviamente dependerán tanto de la renta como del consumo del ahorrador;
  • Tienen diversos objetivos, que pueden ir, por ejemplo, desde el deseo de hacer frente a acontecimientos futuros imprevistos (pérdida de trabajo, falta de autosuficiencia, etc.) hasta el de afrontar de forma previsora acontecimientos más fácilmente hipotetizables o, en todo caso, seguros (reducción de la disponibilidad económica en caso de jubilación, fallecimiento, etc.), pasando por la posibilidad de poder consumir más de lo que los propios ingresos no garantizarían en un momento dado de la propia vida (compra de un coche, etc.); 
  • Se pueden llevar a cabo de diferentes maneras (por ejemplo, instrumentos bancarios y de seguros, instrumentos financieros y de seguridad social, etc.), más o menos adaptadas a las necesidades específicas de cada uno en términos de riesgos, costes, propósitos, intermediarios implicados, etc.

En todos los casos, sin embargo, es necesario hacer una aclaración: aunque a menudo se utilizan como sinónimos y en realidad se refieren a actividades que están fuertemente interconectadas, ahorrar e invertir no son lo mismo

En sí mismo, de hecho, ahorrar significa no consumir inmediatamente y reservar una parte de los ingresos normalmente (pero no necesariamente) en dinero, independientemente del fin específico para el que se pretenda utilizarlo, pero generalmente con la perspectiva de obtener algún beneficio en el futuro. 

Un acto de previsión por su propia naturaleza, porque implica tener que renunciar a algún deseo presente para encontrarse más tarde disfrutando de una mayor tranquilidad y libertad.


Invertir, por el contrario, significa aspirar a un objetivo más preciso, es decir, mantener el capital sin cambios o verlo crecer en el tiempo, corriendo al mismo tiempo el riesgo de que no sólo no se produzca ese aumento, sino que las sumas inicialmente asignadas puedan incluso perder su valor (o incluso reducirse a cero). 

Por eso, simplificando, podemos decir que la inversión es un destino posible del ahorro, pero no el único posible. Aunque no está exento de riesgos (basta pensar en la posibilidad de accidentes domésticos, robos o la más evidente pérdida de poder adquisitivo del dinero con el paso del tiempo debido a la inflación), guardar el dinero bajo el colchón es, por ejemplo, una forma de ahorro, ¡pero desde luego no una inversión!


No hace falta decir, pues, que conocer la diferencia entre ahorrar e invertir es uno de los requisitos fundamentales para una gestión astuta de las finanzas propias y, sobre todo, para tomar decisiones y seleccionar instrumentos que se ajusten efectivamente a las posibilidades y objetivos económicos de cada uno, pero en cualquier caso no exentos de incógnitas a tener en cuenta. 

Y ésta es siempre la razón por la que, al hablar de ahorro (o de inversión), resulta imposible expresarse en términos absolutos o suministrar sugerencias válidas en cada ocasión y para cualquier tipo de ahorrador, más aún dentro de un mercado cada vez más dinámico, amplio y complejo: cada estrategia debe formularse a partir de cada caso concreto, teniendo en cuenta la peculiar relación riesgo/beneficio que los distintos instrumentos pueden garantizar en función del perfil individual y del objetivo, a corto o a largo plazo, que uno se proponga alcanzar.


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